Une conversation entre Sancho Panza et son épouse Teresa dans la seconde partie du Don Quichotte (1615) de Cervantès était constituée d’un échange d’arguments semblables (1).
L’échange est partiellement repris dans la version scénique qu’en procure Guérin de Bouscal sous le titre ‘Don Quichot de la Manche. Seconde Partie (1640) (2)
(1)
– […] Mirad también que Mari Sancha, vuestra hija, no se morirá si la casamos ; que me va dando barruntos que desea tanto tener marido como vos deseáis veros con gobierno; y, en fin en fin, mejor parece la hija mal casada que bien abarraganada.
– A buena fe -respondio Sancho- que si Dios me llega a tener algo qué de gobierno, que tengo de casar, mujer mía, a Mari Sancha tan altamente que no la alcancen sino con llamarla señora.
– Eso no, Sancho -respondio Teresa-: casadla con su igual, que es lo más acertado ; que si de los zuecos la sacáis a chapines, y de saya parda de catorceno a verdugado y saboyanas de seda, y de una Marica y un tú a una doña tal y señoría, no se ha de hallar la mochacha, y a cada paso ha de caer en mil faltas, descubriendo la hilaza de su tela basta y grosera.
– Calla, boba -dijo Sancho-, que todo será usarlo dos o tres años; que después le vendrá el señorío y la gravedad como de molde; y cuando no, ¿qué importa? Séase ella señoría, y venga lo que viniere.
– Medíos, Sancho, con vuestro estado -respondio Teresa-; no os queráis alzar a mayores, y advertid al refrán que dice: « Al hijo de tu vecino, límpiale las narices y métele en tu casa ». Por cierto, que sería gentil cosa casar a nuestra María con un condazo, o con caballerote que, cuando se le antojase, la pusiese como nueva, llamándola de villana, hija del destripaterrones y de la pelarruecas ! No en mis días, marido ! Para eso, por cierto, he criado yo a mi hija! Traed vos dineros, Sancho, y el casarla dejadlo a mi cargo ; que ahí está Lope Tocho, el hijo de Juan Tocho, mozo rollizo y sano, y que le conocemos, y sé que no mira de mal ojo a la mochacha; y con éste, que es nuestro igual, estará bien casada, y le tendremos siempre a nuestros ojos, y seremos todos unos, padres y hijos, nietos y yernos, y andará la paz y la bendicion de Dios entre todos nosotros ; y no casármela vos ahora en esas cortes y en esos palacios grandes, adonde ni a ella la entiendan, ni ella se entienda.
– Ven acá, bestia y mujer de Barrabás -replico Sancho-: ¿por qué quieres tú ahora, sin qué ni para qué, estorbarme que no case a mi hija con quien me dé nietos que se llamen señoría ? Mira, Teresa : siempre he oído decir a mis mayores que el que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, que no se debe quejar si se le pasa. Y no sería bien que ahora, que está llamando a nuestra puerta, se la cerremos; dejémonos llevar deste viento favorable que nos sopla.(Por este modo de hablar, y por lo que más abajo dice Sancho, dijo el tradutor desta historia que tenía por apocrifo este capítulo).
– ¿No te parece, animalia -prosiguio Sancho-, que será bien dar con mi cuerpo en algún gobierno provechoso que nos saque el pie del lodo? Y cásese a Mari Sancha con quien yo quisiere, y verás como te llaman a ti doña Teresa Panza, y te sientas en la iglesia sobre alcatifa, almohadas y arambeles, a pesar y despecho de las hidalgas del pueblo. ¡No, sino estaos siempre en un ser, sin crecer ni menguar, como figura de paramento! Y en esto no hablemos más, que Sanchica ha de ser condesa, aunque tú más me digas.
-¿Veis cuanto decís, marido? -respondio Teresa-. Pues, con todo eso, temo que este condado de mi hija ha de ser su perdicion. Vos haced lo que quisiéredes, ora la hagáis duquesa o princesa, pero séos decir que no será ello con voluntad ni consentimiento mío. Siempre, hermano, fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos. Teresa me pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin añadiduras ni cortapisas, ni arrequives de dones ni donas; Cascajo se llamo mi padre, y a mí, por ser vuestra mujer, me llaman Teresa Panza, que a buena razon me habían de llamar Teresa Cascajo. Pero allá van reyes do quieren leyes, y con este nombre me contento, sin que me le pongan un don encima, que pese tanto que no le pueda llevar, y no quiero dar que decir a los que me vieren andar vestida a lo condesil o a lo de gobernadora, que luego dirán: « ¡Mirad qué entonada va la pazpuerca!; ayer no se hartaba de estirar de un copo de estopa, y iba a misa cubierta la cabeza con la falda de la saya, en lugar de manto, y ya hoy va con verdugado, con broches y con entono, como si no la conociésemos ». Si Dios me guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasion de verme en tal aprieto. Vos, hermano, idos a ser gobierno o ínsulo, y entonaos a vuestro gusto; que mi hija ni yo, por el siglo de mi madre, que no nos hemos de mudar un paso de nuestra aldea: la mujer honrada, la pierna quebrada, y en casa; y la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta. Idos con vuestro don Quijote a vuestras aventuras, y dejadnos a nosotras con nuestras malas venturas, que Dios nos las mejorará como seamos buenas; y yo no sé, por cierto, quién le puso a él don, que no tuvieron sus padres ni sus agüelos.
– Ahora digo -replico Sancho- que tienes algún familiar en ese cuerpo. ¡Válate Dios, la mujer, y qué de cosas has ensartado unas en otras, sin tener pies ni cabeza! ¿Qué tiene que ver el Cascajo, los broches, los refranes y el entono con lo que yo digo? Ven acá, mentecata e ignorante (que así te puedo llamar, pues no entiendes mis razones y vas huyendo de la dicha): si yo dijera que mi hija se arrojara de una torre abajo, o que se fuera por esos mundos, como se quiso ir la infanta doña Urraca, tenías razon de no venir con mi gusto; pero si en dos paletas, y en menos de un abrir y cerrar de ojos, te la chanto un don y una señoría a cuestas, y te la saco de los rastrojos, y te la pongo en toldo y en peana, y en un estrado de más almohadas de velludo que tuvieron moros en su linaje los Almohadas de Marruecos, ¿por qué no has de consentir y querer lo que yo quiero?
-¿Sabéis por qué, marido? -respondio Teresa-; por el refrán que dice: « ¡Quien te cubre, te descubre! » Por el pobre todos pasan los ojos como de corrida, y en el rico los detienen; y si el tal rico fue un tiempo pobre, allí es el murmurar y el maldecir, y el peor perseverar de los maldicientes, que los hay por esas calles a montones, como enjambres de abejas.
( II, 5, « De la discreta y graciosa plática que paso entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza, y otros sucesos dignos de felice recordacion »)
(AJOUTER TRADUCTION DE ROSSET)
(2)
THÉRÈSE
Songez à moi, songez à vos enfants,
Votre fille Sanchique aura bientôt vingt ans,
Il faut la marier.SANCHE
Puisque rien ne nous presse,
Je veux attendre encore pour la faire comtesse.THÉRÈSE
Comtesse, ah Dieu !SANCHE
Comtesse.THÉRÈSE
Ah gardez-vous-en bien !SANCHE
Et pour quelle raison ?THÉRÈSE
Pour notre commun bien.SANCHE
Que mal peut procéder d’une belle alliance,
D’avoir des petits-fils qu’on traite d’excellence,
D’altesse, de grandeur, et de voir tous les jours
Sanchique avec un comte et parmi le velours ?THÉRÈSE
Les maux que je prévois de ce grand mariage,
Sont un tas de discours qu’en fera le village :
« Voyez, dira quelqu’un, cette comtesse-ci
Ce n’est que de trois jours qu’elle s’habille ainsi
Je l’ai vue se parer d’une toile grossière,
Son père est bûcheron, sa mère lavandière,
Un méchant toit de chaume et deux ânes fort vieux
Composent tous les biens qu’ils ont de leurs aïeux ».
Ah mon Sanche ! évitons un si sanglant reproche,
Donnons plutôt Sanchique au jeune Lope Toche,
C’est un bon gros garçon qui lui fait les yeux doux,
Son père est bûcheron et paysan comme vous.
Pensez-y, mon mari, c’est dans cette famille
Qu’il faut que nous tâchions à loger notre fille,
Non pas dans des palais et parmi le tracas
Où la moitié du temps on ne l’entendrait pas,
Où le comte sans doute à la moindre colère
Lui mettrait sur le nez sa maison et son père,
L’appellerait paysanne et de mille autres noms
Qui peuvent convenir aux fils des bûcherons.SANCHE
N’as-tu plus rien à dire, impertinente femme ?
Eh quoi, ne vois-tu pas que ce sujet de blâme,
Que le comte mon fils peut avoir contre moi,
Cesse dès aussitôt qu’on me couronne roi ?
N’en parlons plus, suffit, elle sera comtesse,
Et si vous me fâchez, je la ferai princesse.
(I, 5, p. 25-27)